9 de septiembre, Día Nacional de los Derechos Humanos en Colombia.

Desde el año 1985, cada 9 de septiembre, Colombia conmemora el Día Nacional de los Derechos Humanos, fecha en la que falleció el sacerdote jesuita San Pedro Claver (1654), considerado precursor de esta bandera gracias a su entrega por brindar alivio al sufrimiento de los esclavos que llegaban al puerto de Cartagena. 

Los derechos humanos son libertades y garantías que le permiten a una persona vivir dignamente, independiente de su etnia, lugar de nacimiento, religión, sexo o identidad política, y fueron consignados luego en una gran declaración el 10 de diciembre de 1948.

Los derechos significan también las diferentes luchas de los pueblos, los movimientos y los liderazgos sociales que encarnan los y las defensoras de derechos humanos quienes a través de su labor abren caminos para la igualdad y que han trazado una ruta en materia jurídica, social y política para alcanzar el reconocimiento de la dignidad, condición inherente al ser humano, dejando un legado vital para las nuevas generaciones.

Las distintas iniciativas de grupos, colectivos, redes, plataformas y personas comprometidas con la defensa de los derechos humanos ejercen hoy un rol fundamental en la disputa, no solo por alcanzar nuevas conquistas, sino por mantener y fortalecer lo que hasta ahora se ha logrado y lo que, en esta materia le sigue siendo negado a millones de personas en el mundo.

366 años después de la muerte de San Pedro Claver y su lucha por la defensa de los esclavos de Cartagena, Colombia sigue en su propia estela de sucesos desafortunados a la luz de las garantías para el goce y disfrute de los derechos humanos y de las libertades fundamentales.

Basta con mencionar el recrudecimiento de la violencia en todo el territorio nacional; retorno de un pasado con cambio en las dinámicas de un conflicto cada vez más cruel y que ha sido de particular atención y monitoreo por parte de la comunidad internacional y organismos de seguimiento a la crisis provocada por la violencia armada.

El seguimiento a la grave crisis humanitaria que enfrentan poblaciones y comunidades enteras deja ver las consecuencias de la presencia y copamiento territorial de grupos criminales que buscan apoderarse de rutas para el narcotráfico y de todo tipo de economías ilegales en zonas con una fuerte presencia militar.

En cuanto a la violencia contra líderes sociales, de acuerdo con las cifras que entrega la Fiscalía al diario El Espectador, “desde la firma del Acuerdo de Paz, el 24 de noviembre de 2016, hasta julio de 2020, en Colombia fueron asesinados 349 líderes sociales.[i]

Algo similar ocurre con los firmantes del Acuerdo de Paz, en donde el Partido FARC reporta 225 asesinatos de sus miembros, lo cual significa un panorama desolador para la consecución de la paz.

En lo que va del 2020, el país ha registrado más de 50 masacres en 17 de los 32 departamentos (INDEPAZ), la cifra más alta desde 2014. En las últimas semanas, estos hechos dejaron como principales víctimas a jóvenes y niños, como es el caso de Llano Verde en el departamento del Valle del Cauca y en Samaniego, Nariño.

Estas dinámicas generan desplazamientos forzados, persecución a líderes comunales y defensores de derechos humanos, dejando a la población civil en un completo estado de vulnerabilidad.

Hoy, 9 de septiembre de 2020, Día en que se conmemoran los derechos humanos, se hace necesario todas las manifestaciones de rechazo contra estos actos.

Colombia sigue en la tarea de construir una sociedad que logre las garantías para el goce efectivo de todos los derechos. Queda mucha tela por cortar en esta materia: la lucha contra la impunidad, la deficiente atención del Estado, la corrupción y la desigualdad social son apenas aspectos de un marco general de violación de los DDHH.

El llamado es entonces para que el Estado garantice la vida de quienes defienden los derechos humanos y la sociedad manifieste un contundente rechazo frente a cualquier tipo de violencia. Un día como hoy, seguimos apoyando a quienes han hecho de los derechos humanos una realidad transformadora.

Fuente: El Espectador

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